(Troya)
Era tan bello tu rostro, y ahora estás en el suelo, tu
hermoso pelo moreno esparcido como un
manto sagrado sobre el brillante piso. Ambos habíamos nacido lejos, tú en
Grecia, yo en Italia, pero un destino único nos aguardaba, y ha sido un destino
infeliz. Ahora me quedo solo en la casa, sumido en profundo dolor. El hijo que
tuvimos juntos es un niño todavía. Apenas podré ayudarlo, y él es muy pequeño
para ayudarme a mí. Ambos sobreviviremos a este amargo momento pero iremos
acompañados de pena y dolor, porque a quien no tiene madre se le hace más
difícil hacer amigos y defender sus propias cosas. Con la vista en el suelo, el
rostro surcado por las lágrimas, irá a tomar de la mano a otras madres cuando
busque protección y yo no esté allí para ayudarlo, y quizás alguien tenga una
mirada de piedad para él, pero será como humedecer los labios al sediento. El
destino te ha alejado de mí, y para mí,
este dolor será el dolor más grande para siempre, porque no pude
escuchar tus últimas palabras, sino, las habría aferrado y las habría recordado durante toda mi vida,
cada día y cada noche.
Bajo negras nubes, tu
cuerpo será homenajeado y colmado de flores, pero pronto serás presa del
tiempo, y tu cuerpo, que tanto amaba, estará corrompido. Hermosos vestidos y
túnicas tejidas y cosidas por los mejores artesanos y mujeres, te habías regalado. Iré a nuestra casa, los
recogeré y los dejaré que alimenten el
fuego.
Si, ésta es la única pira que pueda encender en tu honor. Te
la ofreceré, por tu gloria, delante
de mujeres y hombres que te conocieron.
Roberto ángel merlo
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