Pero
la vida seguirá alentándonos a mirarla como si fuéramos eternos.
Muy
temprano, en esa mañana gris, fui hasta el lago. De la superficie salía un
vapor frío y mágico.
El
chorro cercano a la orilla salía con
fuerza y se diseminaba en lluvia, bailando sobre mi cabeza. Y mi cabeza trataba
de no pensar.
Al
fin, sentí alegría de no ser mercenario,
me entristecí por la guerra en Ucrania, recordé Afganistán, la falta de derechos de
sus mujeres, la violencia física y psicológica.
Me alegré de
que mi única religión fuera la devoción por la naturaleza que hace posible la vida, y
sentí tristeza porque los humanos la estamos exterminando.
Vi pájaros quitándose el agua de las plumas,
árboles húmedos.
Como diciendo
que aun hay esperanza, que no todo está perdido, un sol tímido, comenzó a
iluminar.
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