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martes, 29 de abril de 2014

MAÑANA GRIS


 Es un día húmedo que puede sentirse dentro de las  paredes del cuarto  en penumbras., abro los ojos. Pienso que afuera estará nublado, y   los periódicos y el mundo como un reto infalible, mecharán las noticias de inmisericordia.  El dolor de muchos, la pena de tantos, las guerras, el miedo, la muerte.
Pero la vida seguirá alentándonos a mirarla como si fuéramos eternos.
Muy temprano, en esa mañana gris, fui hasta el lago. De la superficie salía un vapor frío y mágico.
El chorro  cercano a la orilla salía con fuerza y se diseminaba en lluvia, bailando sobre mi cabeza. Y mi cabeza trataba de no pensar.
Al fin, sentí alegría de no ser  mercenario, me entristecí por la guerra en Ucrania, recordé Afganistán,   la falta de  derechos de sus mujeres,  la  violencia física    y psicológica.
Me alegré de que mi única religión fuera la devoción por  la naturaleza que hace posible la vida, y sentí tristeza porque los humanos la estamos exterminando.
Vi  pájaros quitándose el agua de las plumas, árboles húmedos.
Como diciendo que aun hay esperanza, que no todo está perdido, un sol tímido, comenzó a iluminar.


roberto angel merlo

domingo, 6 de abril de 2014

LOCAL DE ANTIGÜEDADES


       “Se  cambian  pesadillas  por  sueños”,  rezaba  el  cartelito.  Miró  el  local  en penumbras   y  leyó:: “aceptamos  canje  de  libros  usados”.   Atrás,  alcanzó a ver una estantería  colmada  de  libros nuevos  y  lomos  desgajados  y  descoloridos. 
      Caminando  por  la  galería ,     volvió  sobre  sus  pasos y  descubrió  al  viejo   entre      veladores,  percheros y  muebles antiguos.   Como una  forma  de  ahogar el aburrimiento,   entró.
El    viejo,  con  sonrisa    extraña,   parecía  esperarlo.   El   sonrió  haciendo  un  esfuerzo  y   preguntó: el significado de cartelito.
        Cualquier   pesadillas  por  cualquier   sueño,  fue  la  respuesta,  y  agregó  que  lo  liberaría  de  ellas.
      -¿Y qué   sueños tendré?
      - Nos  dice   qué  quiere  soñar  y  nosotros  hacemos  el  resto.
Dio    nombre y   señas  de una  mujer  que  lo alentaba  y   rechazaba  sistemáticamente.
      - Usted  va  a  tener  ese sueño,   y  seguramente  volverá;  ya   hablaremos  del pago.
       Salió  del  local.   A las   dos  cuadras  se  le puso  a  la  par  el  olvido: avanzando  hacia  él   se  acercaba  Iris  sonriendo.   Apuró  el  ritmo,   y  sintió  que  cada  uno  de  sus  pasos  lo acercaba a  la esperanza.  Cuando  se  encontraron,  era un  hombre  completo,  pleno  de  confianza,   dispuesto  a  esclarecer  el  milagro.   Desechó    imágenes de  oportunidades  perdidas,  nunca  habían  concretado  una  cita,  pero se  sentía con  ánimo  de  fiesta.   La había visto  en  reuniones,   donde  el  diálogo  era  imposible,  o  hablaban  por  teléfono. 
   Ella  aceptó  su  compañía y a  partir  de  ese  día  empezaron a  ver  sus  vidas  en   páginas  rosadas.   Caminaron  por  una ciudad  de  fábula,  dejándose  llevar  por  las  señales  de  la  noche,   acatando  recorridos  al  azar,  haciendo  alto  en  las  plazas  y  besándose  en  los  bancos.   La  veía   distinta,   pero  no  importaba,  estaban  juntos.  
    Sentados  en  un  café,   reconstruían  el  camino  recorrido,   y  se  prometían  volver  a  repetirlo.  O   acodados  en  la  baranda  frente  al  río,   miraban  la  franja  plateada y  la  orilla   silenciosa  de  sauces  y  arena.
       Alquilaron  un  departamento  y  lo  amueblaron  con  los  pequeños  hurtos   de  sus  casas:  un velador,   la  silla  de  mimbre,   la  cómoda  vieja.
       No fueron palabras lo que hubo entre ellos, tampoco fue un acuerdo.  Era algo que se daba como  debió haber sido.  Esa noche y todas las noches verían el amanecer  en ese departamento.  y cuando    subieran los peldaños, encenderían las luces y acariciarían al gato, preparando un café,   mirándose  antes de abrazarse.   
       Los  días  grises  quedaron atrás,  cada  uno  cumplió  sus  responsabilidades    robando  hojas  al  almanaque  y  a  los  tiempos  muertos.  Ya  no   estaba  vedado  el   ansiado camino;   ella  podría  afrontar  la  desventura  de  una  madre  enferma,  y él  una  larga  soledad.     
    Intentaron   sacar  el  vendaje  a  los  ojos  de  la  doble  vida,  pero    llegaron  a  la   conclusión  de  que  era  mejor  dejar  todo  así:    más  simple  era  seguir  navegando  a  dos  aguas.
       Al  tiempo no  encontró forma  de  medir  el  transcurso  de  los meses.   Hasta  que  despertó  una  mañana    y   se  encaminó  al  departamento  de ella:   se  le  había borrado  la  dirección  de  la  memoria.  No  supo   reencontrar  el  camino que ya era habitual.   Repasó  los  días  transcurridos    hasta  el  anterior, y  desesperado,  se  echó   a  caminar.   Deambuló  todo  el  día,   y cansado  y  hambriento  volvió  a  su  casa.   Revisó    papeles,     agenda,   buscó  su  teléfono.
     Cuando no  supo  cómo recuperar su memoria, se  acordó   del  viejo  del  local  de  antigüedades.         

robertp angel merlo