Seguir

viernes, 31 de mayo de 2013

DESTINOS



Muchas veces se atribuyó a los chinos descubrimientos fantásticos., al margen de la pólvora y la brújula.
Los anteojos no fueron tallados por ellos sino por un físico inglés en 1285. 
Juno, esposa de Júpiter, mediante la lechuga fue protagonista del primer parto sin dolor.
La cesárea nada tiene que ver con Cayo Julio Cesar. Se comenzó a practicar  desde tiempos inmemoriales  en mujeres a punto de fallecer en el parto, salvando la vida del hijo, no así de la madre.
La primera cesárea con éxito, cuando el parto era imposible, fue practicada en el 1500 por un castrador de cerdos. Jacques Nufer usó su cuchillo de castrador, remendó con hilo de coser la costura sin anestesia, y madre e hijo vivieron muchos años.
Notables son los métodos anticonceptivos; fue hallado en un papiro egipcio el método de colocar en el fondo del órgano sexual femenino un emplasto de goma arábiga y partes molidas de un cocodrilo.
En 1667, en Londres, el colegio de medicina pagó a un loco, para hacer una transfusión de sangre de cordero.
Lo curioso es que el loco sobrevivió, aunque se sintió transformado en un hombre diferente.
Cuatro   siglos  después un anatomista italiano  perfeccionó el preservativo con tripas de cordero.
Pasó el tiempo y en Cuba se importaron de China varios millones de preservativos, pero eran tan pequeños que los cubanos se los ponían muertos de risa en el dedo meñique. Al fin fueron retirados del comercio y no faltó quien los inflara y los pintara de colores para adornar    fiestas de carnaval.
Una de las máquinas de escribir, hace dos siglos, se llamaba “piano de escribir”, y la usó con éxito Mark Twain.
La primera máquina de escribir en chino fue usada por el escritor americanizado Lin Yutang
El corsé de varilla de acero  en el siglo XIX fue muy popular, pero se dejó de usar por lo peligroso e incómodo.

Todo esto y mucho más habla de nosotros los humanos. Yo diría, animales humanos.
“HOMO SAPIENS” parece un poco presuntuoso, sobre todo ahora que conocemos el posible destino de nuestra civilización, nada prometedor.

Lo cierto es que desearía equivocarme y arribar a un destino pleno de sabiduría, libre de injusticias, con humanos mucho más evolucionados sobre todo moralmente.  

roberto ángel merlo

viernes, 24 de mayo de 2013

NAUFRAGIO




NAUFRAGIO.
Cuando la conoció, él supo que no habría otra igual.
Ella era capaz de alentar cualquier esperanza. Ella sabía dar para  suplir cualquier carencia.
Amó por ella y por él, que no comprendió cuánto lo amaba.
Que ella transformaba su afecto  en los gestos más  cercanos.
Convirtió el grito en suspiro, la indiferencia en comprensión.
Como a un guante, él dio vuelta la realidad  que nunca volvería a disfrutar.
Ella recordó cuando él le preguntaba ¿Quién es el sol? No dudaba, sentía que era ella,  la veía hermosa, pero supo que en la primera tempestad no podría   timonear sus emociones  y quedaría a la deriva.
Ella lo miró con otros ojos. Vio más allá de lo poco que le quedaba.
Y escribió su nombre para no olvidar jamás. Escribió el nombre del que la había  amado sin comprender.
Escribió las palabras que le daban sustento, que la apuntalaban.
Él prefirió esperar, sin comprender que ella perecería en el naufragio, aun con la más inverosímil de las esperanzas.

roberto ángel merlo

sábado, 18 de mayo de 2013

APENAS







Con mis dos piernas, sin sombrero, y quizás alguna moneda en el bolsillo, salgo a tomar aire, e intento aceptarme como un apenas.
Es invierno, y aunque el sol raspe las ventanas, los pájaros   esperan mejores épocas, no están  convencidos, no saben del almanaque, aunque la quietud  les aletargue el pulso.
La nostalgia no renuncia a sus sofismas, y debo contentarme con  soñar que ella esta conmigo, para sentirme otra vez en este mundo.
He ensayado  palabras  para  decirle, pero debo conformarme con acariciarle la mejilla a la ternura, y esperar  que  salgan como pájaros inquietos a  espiar sus pasos,   y luego la elocuencia  me acompañe.
Soy un pájaro  y  necesito que me acompañe  en el sendero azul,    recorriendo  lugares   frente al brillo  del  río,  para mirar el atardecer y la salida de la luna asomándose desde las islas
Sentados en el   banco de  una plaza   veremos  entre las ramas de los eucaliptos y los sauces,  las torcazas que se persiguen en silencio.
Tomaremos unos mates,  uno cebado a río creciente, otro tangueado al verre,  otro  cronopiado con honores franceses,   chupado en  ella, acentuado en ella, rebelde en ella,  legitimado en ella...


roberto ángel merlo